Cuando yo era pequeño (estamos hablando de primeros de los años setenta), había un día en que se iba a comprar las zapatillas de deporte. La tienda a la que se iba era la misma tienda en la que se compraban las chanclas o los zapatos de vestir, lo único era que en una esquina había la minúscula sección de las zapatillas de deporte. Generalmente, estaba apartada; en todo caso, lejos de los escaparates. Era muy pequeña. Estaba en el resto de la tienda como la hora del recreo en un día de colegio de curas.
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