Las pequeñas organizaciones con ofertas de productos o servicios bien definidos ya han visto los resultados de aplicar prácticas de diseño en sus estrategias de negocio y en sus procesos de innovación. Los responsables de estas organizaciones aplican metodologías de diseño, utilizan la riqueza cada vez mayor de los recursos digitales actuales y aprovechan la afluencia de nuevo talento para producir valor tangible a través del diseño. Algunas de estas organizaciones ya son referentes, o casos de éxito, y las prácticas de diseño forman parte de su identidad.
Pero ¿qué pasa en las organizaciones grandes y complejas que buscan un retorno de la inversión a través del diseño?, ¿a través de los nuevos canales digitales?, ¿a través de unidades de negocio o departamentos específicos para ello?
Estas se están encontrando que les resulta difícil y frustrante darse cuenta de valor del diseño y, por lo tanto, de tenerlo en cuenta o aplicarlo correctamente en sus estrategias y procesos.