El mango de la guadaña tiene normalmente, a la mitad, una pequeña empuñadura o punta de madera que permite coger y balancear el apero con ambas manos. La guadaña es una variación de la (mucho más antigua) hoz, una herramienta de cortar similar pero de mango corto, inventada en la Edad de Hierro, que vino a jugar un papel esencial en el desarrollo temprano de la agricultura y, por tanto, de la civilización. Lo que hizo de la guadaña una innovación trascendental es que su mango largo permitía al agricultor o cualquier otro trabajador segar la hierba a ras de tierra permaneciendo erguido. Podía cosecharse heno o grano, y limpiarse un prado, con mayor rapidez que antes. La agricultura dio un salto adelante.
La guadaña mejoró la productividad del trabajador en el campo, pero sus beneficios fueron más allá de lo que podía ser medido en términos de rendimiento. La guadaña era una herramienta agradable, mucho mejor adaptada al trabajo corporal de segar que la hoz. En lugar de encorvarse o agacharse, el granjero podía caminar con paso normal y usar ambas manos, además de la fuerza completa de su torso, en su trabajo. La guadaña sirvió como ayuda y como invitación al trabajo cualificado que permitía hacer. Vemos en su forma un modelo para la tecnología a escala humana, para herramientas que extienden las capacidades productivas de la sociedad sin circunscribir el ámbito individual de acción y percepción. De hecho la guadaña intensifica la implicación con el mundo, y su aprehensión, por parte del usuario. El segador que bracea con su guadaña hace más, pero también sabe más. A pesar de las apariencias externas, la guadaña es una herramienta de la mente tanto como del cuerpo.
No todas las herramientas son tan amables. Algunas nos disuaden de la acción cualificada. Algunas de las tecnologías digitales, en lugar de invitarnos al mundo y animarnos a desarrollar nuevos talentos que aumenten nuestras percepciones y expandan nuestras posibilidades, tienen con frecuencia el efecto opuesto. Están diseñadas para desalentar. Nos alejan del mundo. Eso es consecuencia no sólo del diseño imperante, centrado en la tecnología, que coloca la facilidad y la eficiencia por encima de cualquier otra consideración. También refleja el hecho de que, en nuestra vida personal, el ordenador se ha convertido en un dispositivo multimedia; su software está minuciosamente programado para llamar y mantener nuestra atención. Como la mayoría de la gente sabe por experiencia, la pantalla del ordenador (o del teléfono móvil) es intensamente atractiva, no sólo por las prestaciones que ofrece, sino también por las numerosas diversiones que proporciona. Siempre está ocurriendo algo, y podemos participar en cualquier momento sin el menor esfuerzo. No obstante, la pantalla, con todos sus estímulos y tentaciones, es un entorno de escasez: veloz, eficiente, limpio, pero que revela sólo una sombra del mundo.