El arquitecto se suicida de una forma muy sutil al «desactivar» lo nuevo en lugar de asimilarlo. Este sería el concepto fundamental del presente trabajo. Si ante un veneno «desactivar» es positivo, ante una medicina es un suicidio. Confundir la medicina con un veneno es la esencia del suicidio del arquitecto. Ya lo profetizó Platón, pero hoy, evitarlo, podría ser la única garantía para nuestra supervivencia como especie humana. Este escrito no defiende una única teoría o práctica arquitectónica tenida por verdad universal, eterna o indiscutible. No se defiende a los fundamentalismos, pero sí que se intentará denunciar teorías y prácticas, mayoritarias o minoritarias, que se consideran negativas por su impacto sobre la calidad física, mental y social de la humanidad.
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