Si yo quisiera que un muchacho aprendiera algo sobre arte y ciencia, por ejemplo, no seguiría el procedimiento habitual, que consiste en colocarlo juntó a un profesor, donde todo, menos el arte de vivir, se profesa y practica para que estudie el mundo a través de un telescopio o un microscopio y nunca con sus propios ojos; para qué estudie química y no sepa de qué está hecho su pan; o mecánica y desconozca el mecanismo de la vida; o para qué descubra nuevos satélites en torno a Neptuno y no detecte la Mota que se le ha metido en el ojo; no tan siquiera sepa de qué planeta vagabundo es él mismo un satélite, y termine por ser devorado por los monstruos que se agitan a su alrededor, mientras contempla otros monstruos en una gota de vinagre. ¿Quién habría avanzado más al final del mes; el muchacho que fabricó su propia navaja con el mineral que el mismo atrapó y fundió, leyendo lo necesario para poder realizar su trabajo, o el el muchacho que acudió a las clases de metalurgia en el instituto y recibió de su padre una navaja Rodgers?
A este respecto, creo que tras aprender las letras, deberíamos leer lo mejor de la literatura, y no pasarnos la vida repitiendo que la b con la a hace ba y otras construcciones monosilábicas, sentados siempre en las primeras filas de los bancos de las escuelas.