07 Abril 2014

Manuel de las Casas

ARQUITECTO DE REFERENCIA

Pocas veces se dará un arquitecto tan intensa y brillantemente comprometido en el triple perfil de gran profesor, excelente profesional y muy eficiente alto funcionario, y a quien, por lo tanto, la sociedad española debe mucho. Descanse en paz un hombre entero, eximio arquitecto y ciudadano. Su atrayente y completo perfil está ya, por fortuna, en la historia (Antón Capitel - El País)
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Manuel de las Casas, arquitecto de referencia
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Tras la reciente desaparición de nuestro compañero el Catedrático D. Manuel de las Casas, el Departamento de Proyectos de la ETSAM ha recogido en una página web (http://memorialmanueldelascasas.dpa-etsam.com/) algunos textos y vídeos enviados por diferentes amigos y profesores. Recogemos aquí una selección de los mismos.



En recuerdo de Manuel de las Casas.

Cuando estuve a verlo hace diez días, tuve la impresión de que era la última vez que hablábamos y que faltaba poco para que pasara a habitar en la memoria de los que fuimos sus amigos. En éstos últimos años nos habíamos visto con frecuencia en la Escuela de Arquitectura de Toledo que él dirigía y en la que me invitaba a dar unas charlas cada curso. La puesta en marcha de la Escuela de Toledo fue la ilusión de sus últimos años, una escuela con pocos estudiantes y profesores donde todo el mundo se conoce y que se parece bastante a la que disfrutamos, de estudiantes, en Madrid. Nos conocimos hace casi sesenta años en las clases de matemáticas que debíamos cursar en la facultad de ciencias exactas como parte del ingreso en arquitectura. Hicimos juntos la carrera y juntos la acabamos, en Junio hará cincuenta años. Durante buena parte de ese medio siglo hemos sido compañeros en el cuadro de profesores de la Escuela de Madrid donde, valga la redundancia, hizo “escuela” formando un grupo de profesores que, como él, han llevado a cabo una importante labor docente y han hecho una excelente arquitectura, razonable y bien construida, sin estridencias. Nos queda el recuerdo de una persona buena y tranquila y la obra de un arquitecto importante.

Ricardo Aroca Hernández-Ros




La generación del arquitecto Las Casas


El fallecimiento del arquitecto Manuel de las Casas (Talavera de la Reina, 1940) ha sido, hace pocos días, un bache importante en el panorama de la arquitectura española. Y no solo por la pérdida de la solvencia y la generosidad de un amigo y un gran profesional, manifestadas incluso en el contenido, la historia y las raíces culturales de toda su obra. Ahora, en el momento de las necrologías, cuando queremos explicar qué ha representado en los esfuerzos de recuperación de los contenidos morales de la modernidad que el franquismo había condenado a muerte, no sabemos muy bien por dónde empezar.
¿Hablaremos primero de su labor en el Ministerio de Cultura como jefe del Servicio de Restauración de Monumentos o en el Ministerio de Obras Públicas como director de Arquitectura? ¿O daremos prioridad al empuje pedagógico que le llevó a fundar una nueva Escuela de Arquitectura en Toledo para ensayar una experiencia que sirviera de modelo para la reforma de las escuelas de arquitectura de todo el Estado? ¿O empezaremos con un análisis de sus obras más significativas, en las que juegan como protagonistas muchas de sus meditaciones críticas, material básico para la definición de un lenguaje en el que el compromiso poético reside en la misma concisión constructiva?
La mejor manera de situar culturalmente a un artista y un intelectual en su escenario social es partir del análisis de la obra propia. Pero Manuel de las Casas es una excepción evidente, porque, quizá sin proponérselo, se ha convertido en un hito representativo de los episodios españoles -digamos, mejor, madrileños- en la reimplantación de la arquitectura moderna. Terminó la carrera en 1964, cuando la batalla por la modernidad ya era vencida gracias al empuje de la generación anterior con maestros tan eficaces como Vázquez Molezún, Saenz de Oiza y Alejandro de la Sota. Estaba, pues, en disposición de dar a la arquitectura y el urbanismo una presencia oficial y participar en la entronización de la arquitectura moderna en las estructuras estatales y en la adecuada normalidad de los nuevos funcionarios.
Esta es una de las diferencias en la evolución del movimiento moderno en Madrid y Barcelona. En Madrid todo tendía a ser incorporado a un sistema general: se reconocían los avances experimentales e incluso las búsquedas individualizadas, pero preocupaba más la modernización de los servicios públicos y el compromiso para un posible cambio de sistema profesional. Y Manuel de las Casas era un hecho sintomático en el ámbito de la refundación de todas las áreas profesionales de la arquitectura y el urbanismo: catedrático de universidad, asesor de muchos planes modélicos en el renacimiento del urbanismo, empleado del ministerio en tareas de control tecnopolítico, realizador de muchos proyectos oficiales ofrecidos como modelos de eficacia regeneradora, organizador de un despacho
profesional con colaboraciones bien orientadas, altavoz crítico de cada experiencia y de cada propósito. Pero sobre todo representaba el esfuerzo por mejorar una estructura política -o, digamos mejor, una eficacia gubernamental- en la incipiente introducción en la obra pública del valor individual de los profesionales independientes de reconocida valía. Podríamos decir que Las Casas representa bastante bien la dignificación de los arquitectos que, por encima de las coqueterías estilísticas de la clientela particular, conformista y aideológica, se introdujeron en la obra pública recreando una primera dignificación de la hasta entonces desacreditada posición del funcionario. La generación de Las Casas, pues, pudo dar dos pasos adelante. Uno, liberarse de la lucha programática para la introducción de una cultura arquitectónica que tenía el peligro de convertirse en un estilo neutro sin contenido ideológico. El otro, haber establecido un tono de calidad en la participación de los buenos profesionales independientes en los proyectos de la obra pública, superando el aislamiento y el desprecio que sufrieron los supervivientes de la guerra. Esto permitió una mejora del sistema y afirmar el prestigio de los profesionales al
servicio de las entidades públicas.
Es muy gratificante que la muerte de Las Casas haya impactado profundamente al mundo de la arquitectura y el urbanismo, porque sus obras eran el testimonio de exigencia de calidad y de autonomía creativa en el inicio de una nueva organización profesional. Y analizadas estas obras en detalle encontraríamos anuncios prematuros de polémicas ya más actuales, más concretadas en términos arquitectónicos:
el intento de solucionar la serie de contradicciones que han configurado el siglo XX: historia / realidad social; innovación / adecuación; servilismo ideológico / proclamación revolucionaria; artes decorativas / estética industrial, etcétera.

Oriol Bohigas



En contadas ocasiones tenemos la oportunidad de encontrarnos con personas extraordinarias


Yo tuve esa suerte al conocer a Manolo, fue cuando en tercer curso de la carrera se juntaron para dar la asignatura de Proyectos 1, tres docentes y arquitectos extraordinarios, Manuel de las Casas, Antón Capitel y EmilioTuñon. Realmente fue un año magnifico, mis mejores amistades, entre los que puedo contar también con ellos, mis profesores,  comenzaron en ese curso. Manolo fue maestro de muchos de nosotros y, muchos le debemos parte de nuestra carrera profesional.

En mi caso, empecé a trabajar en el estudio de la Avenida de Levante, el año 1988 junto con su hermano Iñaqui y con Jaime Lorenzo, recuerdo esa época con cariño y emoción, en el estudio nos formaban con paciencia y generosidad, no sabíamos nada, y a pesar de nuestra ignorancia nunca tuvimos la sensación de retrasar o entorpecer en el desarrollo de los proyectos. Seguí colaborando en el estudio hasta el año 1993, ya trasladado a Arturo Soria y sin la compañía de sus socios. Recuerdo que llegábamos no muy pronto, quizás las 9.30, y Manolo ya había revisado nuestras mesas y ordenado los trabajos a desarrollar, se ha dicho muchas veces que era hombre de pocas palabras, no sé, no tengo esa sensación, quizás por mi condición de trabajadora tenía muchas cosas que contarme, viajamos mucho, hicimos levantamientos complicados, visitamos infinidad de solares, concursamos durante noches eternas, lo pasamos muy bien.

Aprendí mucho de él, fue quien me enseño a proyectar la vivienda social, pero la memoria y el recuerdo de Manolo, más allá de mi propia experiencia, creo que es de todos, y es un buen momento para recuperar y compartir su legado.

Solo me queda dar las gracias por todo lo él que nos dejó y con ilusión pienso que parte quedará en está magnifica iniciativa, que nos da la oportunidad de recordarle.

Mónica Alberola

Imágenes
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