18 Noviembre 2013

Los posibles beneficios de un trabajo menos arduo

COSAS IMPORTANTES MÁS ALLÁ DEL TRABAJO

No cabe duda de que todo el mundo ha de ganarse la vida, pero el apetito interminable de bienes de consumo significa que necesitamos más y más dinero. Así pues, en lugar de tomar los beneficios de la productividad en forma de tiempo libre, los tomamos como ingresos superiores.
  • Por: © Alvaro Maldonado
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Los beneficios de un trabajo menos arduo
Los beneficios de un trabajo menos arduo
Hubo un tiempo, no muy lejano, en que la humanidad aguardaba con ilusión una nueva era del ocio. Las máquinas prometían liberar a todo el mundo de la monotonía del trabajo. Cierto que de vez en cuando tendríamos que pasarnos por la oficina o la fábrica, echar un vistazo a las pantallas, accionar mandos, firmar facturas, pero el resto de la jornada lo pasaríamos divirtiéndonos por ahí. Con tanto tiempo libre a nuestra disposición, palabras como «prisa» y «precipitación» acabarían por desaparecer del vocabulario.


No cabe duda de que todo el mundo ha de ganarse la vida, pero el apetito interminable de bienes de consumo significa que necesitamos más y más dinero. Así pues, en lugar de tomar los beneficios de la productividad en forma de tiempo libre, los tomamos como ingresos superiores. Un buen ejemplo de ello son las nuevas tecnologías de la información que, si se utilizan como es debido, pueden ayudarnos a hacerlo. Para ello en vez de usar ordenadores portátiles y teléfonos móviles para extender la jornada laboral, podemos utilizarlos para ordenarla de otro modo.

La mayoría de la gente conviene en que el trabajo es bueno para nosotros. Puede ser divertido, incluso ennoblecedor. Muchos de nosotros disfrutamos con lo que hacemos: el desafío intelectual, el esfuerzo físico, la relación con los demás y la categoría social. Pero dejar que el trabajo ocupe la mayor parte de nuestras vidas es una locura. Hay demasiadas cosas importantes que requieren tiempo, como los amigos, la familia, las aficiones y el descanso.

Debemos ser capaces de encontrar el equilibrio, aunque, con frecuencia, uno mismo se impone la barrera. A un hombre de ventiseis años y soltero le resultará más fácil trabajar largas horas que a una mujer de treinta y seis, madre de cuatro hijos. Es posible que él incluso quiera dedicar más tiempo al trabajo. Las empresas tienen que encontrar una fórmula para recompensar a quienes trabajan más sin penalizar a quienes lo hacen en menor medida. En muchas empresas, los beneficios a largo plazo de la política de equilibrio entre la vida laboral y la privada, tales como una mayor productividad y la conservación del personal, están eclipsados por la presión para mantener los costes bajos a corto plazo.

Además la gente también quiere decidir cuándo trabaja, quiere tener el control de su tiempo, y los negocios que se lo garantizan están cosechando los beneficios. En nuestra cultura basada en el principio de que el tiempo es dinero, dejar que los trabajadores decidan sus horarios es algo muy difícil de aceptar. Sin embargo, dejar que el personal elija sus horas de trabajo, o juzgarlo por lo que consigue en vez de por el tiempo que tardan en conseguirlo, puede aportar la flexibilidad que muchos anhelamos. Mi propia experiencia, y la de muchos otros, demuestran que las personas con capacidad para decidir sus horarios están más relajadas y son más creativas y productivas. 

Durante más de 20 años trabajé en diversas empresas en las que, aunque no tenía horarios, en teoría estaba disponible en cualquier momento del día, dejándome sólo unos pocos minutos para que me dedicara a leerle a mis hijos el cuento antes de dormirse, o pudiese planificar con tiempo unos pocos días de vacaciones con mi familia. Así pues, tenía que trabajar como un loco para cumplir con lo que se esperaba de mi o leer el cuento con la inquietud del trabajo por hacer en el fondo de la mente. Me sentía francamente mal. En aquel entonces, encontré otros motivos por los cuales un trabajo que me gustaba tanto se había convertido en una carga tan pesada.

Así pues, ¿por qué aguanté esa situación durante tantos años? Mis razones eran las mismas que las que impiden a la mayoría de la gente abandonar empleos que les hacen desdichados: el temor a perder un buen salario, de causar un perjuicio a mi carrera, de decepcionar a otras personas... Finalmente, otros tomaron la decisión por mí. Un enfrentamiento con el máximo responsable de la última organización en la que trabajaba debido a su comportamiento poco ético y su intento de engañar a los socios de dicha organización hizo que, cuando se anunció una serie de despidos  yo estaba en la lista... y loco de contento.

Ahora las cosas están mucho mejor. Sigo trabajando el mismo número de horas, a veces incluso más, pero mi relación con el tiempo es más saludable. Ahora que controlo mi horario, me siento menos apremiado y resentido. Y cuando no estoy sentado a la mesa de trabajo, ya sea leyendo cuentos antes de dormir o preparando la cena, es menos probable que busque un atajo. Desde luego, mis ingresos se han reducido, pero merece la pena pagar ese precio a cambio de trabajar a gusto y disfrutar otra vez de mi vida.

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