Recientemente, al conocer mejor su biografía he sabido que fue hijo de ingeniero militar y topógrafo. Cabe recordar que los ingenieros de armamento y construcción tenían, y quizá tengan, una formación técnica muy completa que reunía la precisión del diseño, sustancial a toda pieza de armamento con la capacitación para proyectar y construir diferentes edificios. Sin duda, esta dualidad diseño/construcción, sin olvidar la precisión de topógrafo, fue heredada de alguna forma por De la Sota, manifestándose después a lo largo de toda su vida profesional.
Una vez que llegamos a su Estudio me condujo a un pequeño espacio con luz cenital, y me dijo: “… Mira, aquí es donde pienso y trabajo…” Desde este momento traté de entender mejor su especial y enigmático carácter. Era evidente que D. Alejandro practicaba cierta contemplación mística en la búsqueda de sus ideas: Bajo la luz se inspiraba y con la luz construía sus proyectos.
No es casual la extraordinaria valoración que otorgaba a objetos tecnológicos básicos. Por ejemplo fue famosa la: “Bombilla de De la sota”, como fuente que proporcionaba, de forma sencilla y eficaz, luz y calor para la vida. Bajo su resplandor, una cabeza pensante debía: “…buscar la ocurrencia que anime el proceso”. También afirmaba con total convencimiento: “…en la búsqueda de la idea generadora está la fuerza de la propuesta…”
En este breve artículo sólo podemos pretender comprender mejor al maestro, entendiendo sus gestos y su reafirmación en temas que para él eran fundamentales. Creo que muchos lectores saben perfectamente ¿Quién era?, pero bastantes menos ¿Cómo era? De eso trataremos:
De la Sota afirmó: “…la Arquitectura es popular, o intelectual, lo demás es un negocio…” Esta aseveración es tremendamente rotunda, pero refleja sintéticamente el hacer de D. Alejandro en sus dos grandes épocas: Arquitectura popular de reconstrucción a la manera de la posguerra (1939-49) y Arquitectura intelectual de propia expresión donde se valora el contenedor como espacio técnico.
D. Alejandro nació en una casa de piedra gallega, allá en Pontevedra en 1913. Su padre llegó a ser Presidente de la Diputación en esta misma ciudad.
Perteneció a la generación de arquitectos que comenzaron a trabajar después de la guerra civil. Estudiaba Arquitectura en la E.T.S.A.M., cuando en verano de 1936 se inició el conflicto, no pudiendo por ello obtener el título hasta 1941. Entre sus arquitectos contemporáneos podemos recordar a los también maestros Oiza y Chueca, entre otros insignes.
De la Sota fue arquitecto por Oposición de la Dirección General de Correos y Telecomunicaciones, según Concurso convocado por el Instituto Nacional de Construcción (I.N.C.). En plena época de reconstrucción de poblados trabaja para el I.N.C. y participa activamente en la planificación de asentamientos rurales. Le llegan “encargos de pueblos”, que proyecta y construye durante los años 50, inspirándose en la arquitectura popular de valor. Estos poblamientos son trazados con gran rigor y sensibilidad y definen su primera época profesional.
El aislamiento social que España acusó durante estos años de posguerra condujo a cierta introspección en algunos de nuestros arquitectos. Para ellos fue inevitable adoptar una actitud reflexiva frente a excesivas referencias miméticas y eclécticas. Así fue como De la Sota reconsidera la Arquitectura europea proyectada y construida en Europa durante los años 30. Esta mirada retrospectiva, no exenta de una clara actitud ética, le condujo a la propia expresión de su Arquitectura. De la Sota consigue de esta manera una meditada sencillez formal, valorando fundamentalmente el espacio interior como contenedor de funciones.
Regresando a sus inicios profesionales, en el I.N.C., es obvio que la “contemplación de las recias arquitecturas castellanas”, inspiraron sus primeros proyectos como el Poblado de Grimenells en Lérida, el Centro de Colonización en el Canal de Aragón en Cataluña, o el Pueblo de Esquivel.
Algunos autores ven en estas primeras actuaciones profesionales cierto “carácter anónimo”, sin especial autoría como arquitecto. A mi me parece que De la sota iba más allá: Conviene recordar lo que dijo al presentar algunos de sus croquis: “…si este exterior podemos semiconfundirlo con una casa de marinero o labrador, habremos pasado además por el campo sin apenas tocarle…”
Es evidente que De la Sota planteó entonces, (1952), el “dilema entre el paisaje y lo construido”, mostrando hace ya cincuenta y siete años, una actitud verdaderamente sensible y respetuosa con lo que ahora llamamos insistentemente “medioambiente”. Cabe resaltar que él consideraba lo construido como algo integrante del paisaje natural. Sus afirmaciones así nos lo recuerdan: “…un muro de buena calidad es siempre un elemento de buena arquitectura”…”nada nos extraña…”. En este mismo año 1952 D. Alejandro se casó con Dña. Sara Rius Taylor, mujer sin duda extraordinaria con la que tuvo siete hijos, y que aun hoy día sigue presidiendo la Fundación Alejandro de la Sota.
La introspección espacial de D. Alejandro podía conducir a abstracciones más poéticas que prácticas. Sus aseveraciones sobre fachadas y ventanas no dejan de sorprendernos a la vez que nos divierten, pues no están exentas de cierto humor guasón: Con referencia a la Casa en el viso, Madrid, no se queda corto entre el ser y el parecer y nos dice: “Si el arquitecto se hubiera olvidado por completo del propietario y se hubiese dejado llevar por sus interpretaciones, ni una solo ventana la habría puesto en lo que en todas las casas se llama “fachada”, y es que esta casa nació luchando contra la fachada…”
“… ¿Qué significado puede tener una fachada?: Un amor desmedido a la apariencia, a decir de quién somos o lo que queremos que crean que somos……” En todo caso concluye categóricamente: “…Vivir tranquilo dentro de la casa, de espaldas al mundo…”
De las muchas referencias textuales recogidas inteligentemente en el Libro de Miguel Ángel Baldellou, caben citar algunas que nos ayudan a entender mejor a nuestro maestro:
“…La Arquitectura, (tanto se dijo ya esto), es el reflejo de toda una sociedad: arte, técnica, espíritu y política, quedan en ella reflejadas. Este retrato no suele fallar…”…
“Yo creo muy sinceramente que el mundo sería distinto si el mundo gustase del arte abstracto. Lo creo así”. (Referencia de un artículo sobre Chillida publicado en 1956)
Ya citábamos en un artículo sobre otro de nuestros maestros: D. Julio Cano Lasso, que todos los arquitectos hemos sentido en algún momento de nuestra vida el irrefrenable deseo de construir un cubo. (“ponga un cubo en su carrera”). Resulta curioso como Chillida y De la Sota coinciden en sus tesis sobre la “manipulación del cubo”.
Los juicios de valor, el valor de los juicios de Alejandro de la Sota, se basan en buena parte en su propia actitud ética. Sus evidentes renuncias a lo frívolo y superfluo limitan claramente sus realizaciones. Fue fiel a sus principios y coherente con sus decisiones. Algunos críticos le calificaron como “arquitecto esencialmente aristocrático que atendía a minorías. Si entendemos por aristocracia aquella clase que sobresale por encima de los demás por alguna circunstancia, (dura definición de aspecto poco democrático que publica VOX en 1986); efectivamente De la Sota destacó y mucho, y en este sentido sí fue aristócrata. Aunque no parece demasiado apropiado este adjetivo, es bien cierto que D. Alejandro es una de las figuras auténticamente importantes de nuestra Arquitectura. Así lo fue y así se le recuerda.
De la Sota se comprometió con el tiempo que le tocó vivir y con su Arquitectura, exigiéndose así mismo con extraordinario rigor y coherencia. Para Daniel Fullaondo, la ética de De la Sota trascendió a su propia estética. Maravillosa contención personal a la que sólo pocos arquitectos han conseguido llegar.
Imaginando el “clima de verdades eternas” que debió acontecer una vez finalizada la contienda nacional, es fácil imaginar que “la generación de arquitectos de 1940 se encontrase sumida en una corriente que ocultó su propia expresividad”.
No obstante una vez que De la Sota superó la adaptación histórica de su primera etapa profesional, encontró su propia posición. Desde este momento su obra es un claro ejemplo de “arquitecto autor”, definición que preferiría no aplicar por tener una lectura negativa para los que no lo son.
Puede definirse a De la sota como “arquitecto esencial”, que consigue la sencillez formal, una vez que agota el complejo análisis que realiza de cada encargo profesional: Cada tema es estudiado contemplando los condicionantes y requisitos específicos cumplir, a la vez que busca la “idea generadora de cada Proyecto”.
La complejidad de sus proyectos surge desde el riguroso análisis del programa de necesidades, al que incluye otras además de las inicialmente requeridas. De esta manera centra su idea, armando y justificando cada proyecto. Así mismo fue constante preocupación de De la Sota el satisfacer las condiciones de adición, flexibilidad, modificación y adecuación a usos múltiples.
No tuve la oportunidad de ser su discípulo, durante su dedicación docente en la E.T.S.A.M. (1956-1972), aunque creo que durante el transcurso de los años lo he sido, casi sin percibirlo. Considero extraordinaria su frase: “Enseñar es transmitirse, no transmitir…”. Algunos alumnos de Proyectos me dijeron que esto es exactamente lo que les faltó en toda su carrera….
D. Alejandro intentaba “liberar al alumno de todas las trabas a su libertad creadora…” Noble y difícil intento que todo docente debe pretender. Su gran espíritu crítico le llevaba a afirmar una realidad docente demasiado demostrada: “…la enseñanza tiene además un papel formativo o deformativo en quien la ejerce, si por una parte mantiene al profesor activo y sensible a los problemas de las nuevas generaciones (otras veces, por el contrario, hace que se oponga a ellas de modo sistemático), obligándole al estudio continuo, por otro lado, le fuerza a dar testimonio de si mismo, bien por la ayuda al alumno o por el ejemplo de la propia obra”. En definitiva propiciaba un aprendizaje mutuo hacia toma de posturas propias o de los alumnos.
Siempre preocupado por las primeras concepciones abstractas, intuitivas y sensibles, De la Sota se esfuerza en la sensibilización del alumno, para lo cual primero habría que “someterlo a una desinfección”, de lo que llevaba mal aprendido, evitando resabios, hasta elevarle a un “estado de gracia” que le ponga en situación de aprender de sí mismo.
En todo caso De la Sota fue un auténtico maestro y su huella como profesor está presente: Cabe aquí recordar la conversación entre Fernando Colomo y Mariano Bayón, recogida en nuestro anterior número: “…Lo realmente importante de un profesor, de un maestro, no es que te guíe por sus propias conclusiones sino que te enseñe a pensar…”, en este momento las palabras de De la sota me siguen haciendo pensar…
De la Sota señalaba como principales características de “lo gallego”: “La relación del entorno con los ritmos espaciales, la subordinación de las partes al todo, el sentido del módulo, la búsqueda de la unidad,…”
Considerando a De la Sota músico, es fácil encontrar la relación directa de las características por él enunciadas: Los ritmos espaciales, el todo como obra con diferentes tiempos, el módulo como compás y la unidad sinfónica, no son más que conceptos aplicados a la obra musical. Es claro que el tiempo-espacio musical y el tiempo – espacio – arquitectónico coinciden en De la sota, constituyendo la estructura de su sentimiento creativo.
Del citado libro de Baldellou ha parecido oportuno seleccionar y resumir tres de sus declaraciones recojidas de METODO, publicación de la 119 promoción de la E.T.S.A.M.: (Aranzabal, Martínez Ramos, Olmedo y Pozo Moro):
• ¿Qué significa para usted utilizar un edificio?: “No notarlo”.
• ¿Puede metodizarse la enseñanza de Proyectos? “Sí, exigiendo mucho”. (Es repugnante dibujar una casa sin saber nada de nada).
• ¿Considera seriable el espacio arquitectónico? “Naturalmente que sí”.
Como ya he avanzado, De la sota era extraordinariamente sensible al diseño industrial, a la lógica de la forma útil que además acaba siendo bella. Nada más digno de admirar para él que un Lockeed Supercostellation, cuatrimotor con tres timones de los años 50: “…un escualo capaz de volar, moviéndose rápidamente en su medio…”
Cabría pensar: ¿Lo verdaderamente útil es de por sí bello?...
La idea de poder construir con el menor peso físico posible, la valoración de lo liviano, fue también una de sus inquietudes. En sus realizaciones del Gobierno Civil de Tarragona o en Correos de León puede apreciarse esta preocupación. El empleo de la chapa plegada en este edificio, que definía de “color León”, es uno de tantos ejemplos.
En este sentido, el profesor López Peláez resume perfectamente: “La condición de progreso va ligada a la posibilidad de construir cada vez con menor peso físico”.
Para De la Sota, además de considerar el material como concepto, debe tenerse en cuenta la aplicación de éste en el propio proceso del diseño.
Los materiales siempre han sido inspiradores y condicionantes de sus proyectos, coincidiendo con lo manifestado por Wright: “…entré en posesión del hormigón y el acero para construir…”
Una de sus pretensiones, más ideal que práctica, queda expresada en la posibilidad de: “…desmontar un edificio con un destornillador…”, como si de un avión se tratara…….
En el Catálogo de su Exposición de Barcelona (1982), De la Sota da extraordinaria importancia al uso de la técnica y la tecnología, hacia el logro de nuevas posibilidades: “…No notar la necesidad de tener un nuevo técnico y una nueva técnica a nuestro lado es un mal empezar…” “…Si no sentimos los cambios sociológicos, económicos, técnicos o de materiales….” (JUNIO 1982), también creo que sería un mal caminar. Cabe aquí observar la coincidencia con lo que nos cuenta Alvar Aalto en su modesto y gran librito “La Humanación de la Arquitectura”: “…exigencias sociales, técnicas, humanas y económicas…… complicación que impide a la idea madre tomar forma…”
En definitiva De la Sota concluía: “…Abogo por la Arquitectura lógica…”, algo que me parece más propio que abogar por la: ¿lógica de la Arquitectura?
Como no podía ser de otra manera el C.O.A.M. siempre mantuvo un especial reconocimiento con la figura de De la Sota, propiciando diferentes publicaciones y exposiciones sobre su obra. Recuerdo perfectamente su lucida participación en el jurado del I Premio Concurso Vivienda para alumnos, promovido por el Colegio a mediados de los ochenta, junto con Julio Cano Lasso y Cabrero, entre otros eminentes arquitectos.
Sin embargo, y como suele suceder con los grandes maestros, su reconocimiento social y universitario no correspondió a lo por él merecido. Muchas de sus brillantísimas ideas no fueron realizadas.
En cierta ocasión cuando la Comisión de Cultura del Colegio pretendía la organización de una exposición de sus trabajos, fue comisionada la arquitecta Suárez Clúa quien visitó, interesadísima, su Estudio a fin de reunir material. De la sota sentado en el suelo, desparramó sobre éste una serie de proyectos y le dijo con cierta amargura: “…Mira todos estos proyectos que ves aquí, ninguno se ha hecho…”
De la Sota dio más de lo que se le pedía, lo cual es una característica propia de su categoría personal y del gran arquitecto que fue.
Cuando nos habla sobre lo que él llamaba “Arquitectura lógica”, podemos comprobar su claridad y rigor al enfocar el trabajo: …“El procedimiento para hacer la Arquitectura lógica es bueno: Se plantea un problema en toda su extensión, se ordenan todos los datos que se hacen exhaustivos, teniendo en cuenta todos los posibles puntos de vista existentes, se estudian todas las posibilidades de resolver el problema de todas las maneras posibles, se estudian todas las posibilidades materiales de construir lo resuelto en lo que ya han entrado estas posibilidades. El resultado obtenido: si es serio y si es verdad el camino recorrido, es Arquitectura.” (Alejandro de la Sota. Junio 1982).
De la Sota pidió la excedencia en su trabajo en Correos, ya que en 1964 decidió dedicarse exclusivamente a su Estudio. Sin embargo tras no obtener la pretendida Cátedra de Proyectos en la E.T.S.A.M., solicita en 1974 su trabajo como arquitecto funcionario, que prolongará hasta la fecha de su jubilación.
A finales de los 80 una extraordinaria desgracia afectó su vida irreparablemente: murió su hijo arquitecto y todo lo que para él significaba.
No obstante poco antes del final de su vida, vuelve a trabajar en 1996 sobre su edificio del Colegio Maravillas, quizá su realización más representativa. Redacta un nuevo Proyecto con la calidad que siempre le caracterizó. El próximo trabajo hubiera sido aún mejor.