03 Junio 2013

La desvergüenza

La desvergüenza de lo asumido como común –sin serlo, o mejor cuando no debería serlo- puede llegar a cotas impredecibles. La desvergüenza de lo que alcanza timbre de normalidad pese a su absoluta distopía resulta a veces incluso más insultante cuando se exhibe sin resquemor alguno. Cuando –item más- se luce a gala pretendiendo que lo negro es blanco, que lo malo es bueno.
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La desvergüenza
La desvergüenza

O que la explotación es una suerte de generoso maestrazgo. Una especie de dojo japonés a lo señor Miyagi mirado –eso si- desde un prisma empequeñecido, egoísta y ridículo.

Cuando se intenta subvertir el sistema y la mínima decencia empresarial y deontológica que evite la competencia absolutamente desleal y el empequeñecimiento de esta disciplina, para vender un falso mecenazgo pletórico de infamante paternalismo y de –de nuevo- la más absoluta desvergüenza.

Esto, y no otra cosa, es lo que en esta santa casa opinamos de alguna de las respuestas de Benedetta Tagliabue en la entrevista que le hacen en Diariodesign.

¿Por qué? Lean.

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