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Sin embargo, los hay que prefieren quedarse en sus despachos sin reaccionar y soñando con el regreso de tiempos mejores. Aquellos tiempos que vivieron no hace muchos años y en los que hasta se podían permitir el lujo de seleccionar los proyectos que más les gustaban o que mejor rendimiento económico les ofrecían. Como todos sabemos, esos períodos han pasado a mejor vida y por bastantes años no volveremos a verlos (tal vez nunca).
¿Cómo estamos?
Uno de los principales problemas de esta profesión sector es que no hemos sabido reconvertirnos. Somos arquitectos y queremos morir siendo arquitectos. ¿Seguimos replegándonos y manteniendo estructuras mínimas? ¿Podemos despedir a más personal? ¿Qué más hacemos? Los que aún pueden y fueron algo previsores, siguen consumiendo los recursos que se obtuvieron en las épocas de bonanza hasta llegar a situaciones casi insostenibles que vemos actualmente en muchos casos.
Podemos leer en numerosos artículos y blogs que a muchos arquitectos españoles se les ha pasado por la cabeza lo de internacionalizarse. Pero todos acaban centrándose tres cuestiones: el miedo, el cómo se hace y el gasto.
¿Miedo? Es natural, por lo general el arquitecto español no tiene una cultura emprendedora. Por sus mentes no circulan palabras como riesgo, adaptación al cambio, gestión empresarial, comercialización de servicios, etc.
¿Cómo se hace? Algunos citan que sus experiencias con el ICEX y con servicios paralelos ofertados por comunidades han sido desalentadoras. Relatan mucha palabrería, mucho proyecto por delante, muchas posibilidades de contactos, viajes a países en misiones comerciales, etc. Al final, pérdida de tiempo y de dinero.
¿Gasto? Muchos opinan que se trata de un gasto enorme para la pobre empresa ya maltrecha. Pero esto no tiene en absoluto nada de gasto, se trata de una inversión que, en muchos casos, debemos ser capaces de poder afrontar si en el futuro queremos seguir trabajando de arquitectos.
Hay que hacerlo
En un momento tan difícil como el actual, el principal motivo que tenemos para dar el salto al exterior es la escasa demanda en el mercado doméstico. La falta de encargos propicia la búsqueda de estos en el extranjero.
La internacionalización es una estrategia empresarial que nos permite alcanzar una serie de objetivos en otros países, pero, al contrario de lo que piensan muchos arquitectos, internacionalizarse no es lo mismo que emigrar.
Ahora bien, debemos de tener claras una serie de cuestiones. ¿Es oro todo lo que reluce? ¿Es siempre necesario dar este paso? ¿Como afecta al modelo de negocio? ¿Cuando es conveniente hacerlo? ¿Por dónde comienzo? ¿Estoy preparado para ello? ¿Quién me puede asesorar?
Sin duda, en la situación actual merece dar una respuesta adecuada a estas preguntas con el fin de minimizar la inversión y el riesgo, y maximizar las posibilidades de éxito. La globalización, aparición de nuevos mercados, reducción de costes, fronteras abiertas, economías emergentes, deslocalización, situación económica local, expectativas de recuperación, etc. Toda una serie de situaciones que nos obligan a plantearnos cómo debemos enfocar nuestra empresa de arquitectura, y para lo cual la internacionalización es sin duda una de las primeras respuestas a evaluar.
El hecho de internacionalizarnos además lleva implícito el prestigio de nuestra actividad y ayuda a ampliar nuestras relaciones. Permite exponer nuestra empresa de arquitectura a otras formas diferentes de operar, comercializar, relacionarse con clientes e incluso con distintos niveles de madurez de la profesión, etc. Todo ello puede permitir identificar oportunidades de innovación.
Puede que alguno de nuestros clientes haya dado el salto al exterior o puede que encontremos otros estudios de arquitectura con los que podamos asociarnos en este proceso. En este caso, puede ser interesante acompañar a otra empresa en su aventura internacional. Suele ser una opción muy buena, ya que se comparten gastos, riesgos y contactos, que son aspectos muy importantes en el proceso de internacionalización.
En cualquier caso, no debemos olvidar de que se trata de un proceso complejo que requiere de asesoramiento cualificado y de una inversión mas o menos relevante en función del modelo que elijamos: en solitario o en consorcio con otros arquitectos.