Su escasa obra es totalmente atemporal pero autobiográfica. En ella intenta plasmar las sensaciones vividas en su infancia en la hacienda donde creció y pone de manifiesto el carácter religioso de su familia, las visitas a los monasterios y las iglesias. Los claustros, las celdas, los patios solitarios son fuente de inspiración. Sus casas son monásticas de espíritu y suponen un refugio para la vida contemporánea. En sus habitaciones el tiempo pasa lentamente, demorándose.
Por: @ Alvaro Maldonado
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Luis Barragán
Casa Estudio Barragán
Casa en Avenida de las Fuentes
Casa Prieto López
Capilla Tialpan
Cuadra San Cristobal
Casa Gálvez
Casa Gilardi
Luis Barragán
Galería de imágenes:
Luis Barragán Morfín nació en Guadalajara (Jalisco) y es uno de los arquitectos mexicanos más importantes del siglo XX y único de su nacionalidad en obtener el Premio Pritzker en 1980. Luis Barragán es uno de los arquitectos más influyentes de la modernidad mexicana, su obra es notoria en arquitectos actuales no sólo en aspectos visuales sino conceptuales.
Luis Barragán se forma como ingeniero, pero su trayectoria personal, su sensibilidad, sus viajes, las diversas lecturas y amistades, hacen de él uno de los arquitectos más influyentes de nuestra época. Como muchos, no fue profeta en su tierra y el reconocimiento por parte de los suyos le llegó tarde, después del éxito internacional.
Su figura ha venido cobrando una enorme importancia en el campo de la arquitectura internacional, a pesar del número reducido de sus obras. Ha tenido gran influencia en ciertas nuevas generaciones de arquitectos. Sus primeros proyectos, llevados a cabo en su nativa Guadalajara, están imbuidos de las experiencias tomadas de la arquitectura local y tienen una fuerte influencia de la tradición constructiva mediterránea. En la década de 1930 se estableció en la ciudad de México, donde primero construyó varias obras de estilo 'internacional': casas y edificios de apartamentos dentro de las expresiones del espirit nouveau, construidos con gran economía de medios y un destino netamente comercial, pero ya con un lenguaje propio; sobreviven ejemplos de esta etapa en las calles de Río Elba, Río Mississipi y la plaza Melchor Ocampo, en la colonia Cuauhtémoc.
A partir de 1947, con su casa en Tacubaya, (declarada patrimonio nacional de México en 1988 y patrimonio universal de la UNESCO en 2004), se va afirmando un estilo arquitectónico que él mismo llamó emocional, en el cual se funden sus impresiones de juventud con las de sus viajes, con las influencias de maestros y amigos en el manejo del color y la incorporación de antigüedades Jesús Reyes Ferreira, el manejo de volúmenes Mathias Goeritz, el diseño de mobiliario (Clara Porset) y el diseño de jardines (Ferdinand Bac, Frederick Kiesler, la tradición japonesa). Además de su propia residencia, cabe destacar las de las familias Gálvez, Egeström y posteriormente la de Francisco Gilardi; y la no menos importante capilla de las Capuchinas Sacramentarias en Tlalpan. En el campo del urbanismo hay que mencionar los ingresos y las destruidos de los Jardines del Pedregal de San Ángel y las fuentes de Las Arboledas,15 víctimas de la negligencia y el abandono. Fueron excelentes lecciones de civismo y amor a la naturaleza, en las que los espacios públicos adquirieron dimensiones generosas, donde se demostró que también fuera de la seguridad de su casa el hombre puede optar por la belleza. Sólo las Torres de Satélite han podido, precariamente, sobrevivir; estas torres las proyectó a petición de la familia Alemán Velasco, propietaria de la hacienda que hoy ocupa la urbanización de Ciudad Satélite, en el estado de México. En su trabajo busca la mexicanidad del siglo XX sin recurrir a tendencias europeas. Barragán en sus viajes se nutre de la arquitectura extranjera pero después la hace mexicana. Recupera los materiales tradicionales de su pueblo, las terminaciones típicas en estuco, adobe o piedra y confía sus jardines a la flora autóctona. El muro es el gran protagonista de su obra. Barragán lo rescata del olvido y lo utiliza para ir enseñando el espacio tal y como él quiere hacerlo. Poco a poco. El visitante recibe así un striptease arquitectónico a medida que penetra en la vivienda, va lentamente desvelando el interior desde un exterior anónimo y que a simple vista pasaría desapercibido.
Sus obras aunque minimalistas, son mexicanas de corazón y por ello maximizan las sensaciones. Para él las cosas simples son las que viven eternamente. La fuerza emana siempre del interior, de los espacios vacíos, de los sonidos, de la luz y del color. Ese color de las paredes ayuda a delimitar o agrandar espacios a la vez que nos sitúa en un estado de ánimo determinado. Fue de los primeros arquitectos en usar el color, ese rosa mexicano, como un elemento arquitectónico más.
En su trabajo parte de una premisa básica para mí: las dimensiones generosas. El verdadero lujo reside hoy en día, en el espacio más que en los acabados, en la posibilidad de movimiento más que en la abundancia de elementos.
En el exterior pone el jardín a disposición de la naturaleza, que sea élla la que le vaya dando forma, sin imposiciones de ningún tipo. Tiene como referente a la Alhambra y sus jardines y fuentes, en los que el agua fluye y te acompaña en tu visita. En palabras suyas: 'La arquitectura no sólo es espacial, sino musical. Y es el agua la que toca esta música. La importancia de los muros reside en que forman una barrera a lo de afuera. La calle es agresiva, hostil; los muros crean silencio. Con ese silencio podemos hacer música del agua. Y así, esta armonía continuará rodeándonos'