La nueva ampliación —que se abrirá al público el próximo sábado—, como la de Pei, opta por explotar el subsuelo para ganar nuevos espacios. Tras una delicada y compleja excavación de doce metros y la inyección de cemento a muy alta presión, 3.800 metros cuadrados —de los 6.800 que ocupa el nuevo espacio organizado en dos plantas— se dedicarán a la exposición de la colección de arte islámico. Una excavación bajo las fachadas históricas del Louvre que ha sido, en opinión de los arquitectos, «muy difícil, muy arriesgada y muy peligrosa». Un enorme manto ondulado, de 120 toneladas de peso, compuesto por 2.400 piezas triangulares en vidrio y aluminio queda suspendido por ocho pilares. La cubierta vuela a distintas alturas –que oscilan entre 1,5 y 8 metros —, mientras dialoga con las históricas fachadas del patio del siglo XVIII y permite parcialmente el acceso de luz natural.