Vivimos un periodo histórico en que el protagonismo de las ciudades resulta creciente. La proporción de la población que vive en ciudades no deja de aumentar y lo mismo ocurre con su participación en el empleo, la producción o el consumo. Ciudades cada vez más interconectadas albergan las funciones estratégicas que hacen posible y controlan el actual proceso de globalización.
En paralelo, las tendencias descentralizadoras que han impulsado la conformación de un estado multinivel les otorgan crecientes competencias y recursos, aumentando así su capacidad para promover procesos de desarrollo gestionados de forma más participativa mediante nuevas formas de gobierno.
Para el impulso del desarrollo, se concede creciente importancia a la influencia del conocimiento como recurso específico, junto a la innovación, como estrategias prioritarias para mejorar la competitividad y la calidad de vida urbanas. Pero no todas las ciudades ofrecen las mismas oportunidades a sus ciudadanos para desarrollar sus trayectorias laborales, acceder a una vivienda y a unos bienes públicos de calidad, o desarrollar su creatividad.
“en la actualidad, los factores económicos principales (talento, innovación y creatividad) no están distribuidos de manera uniforme en la economía global, sino que se concentran en lugares específicos … el increíble poder de la fuerza de concentración que permite que algunos territorios de alta densidad sean más productivos, hasta convertirse en motores principales del crecimiento económico”.
Las ciudades tienden a mostrar personalidades distintas en cuanto al tipo de actividades económicas y empleos predominantes, el ambiente cultural, las amenidades urbanas, el clima social y político dominantes, la preocupación por el patrimonio y el medio ambiente, etc. En ese sentido, la personalidad urbana influirá sobre la calidad de vida que pueden alcanzar personas que también tienen demandas y preferencias distintas según los casos.