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Además de ser imprescindible para ver, la luz permite al arquitecto agregar cualidades a los distintos espacios que conforman el proyecto o incluso al conjunto de este. No cabe duda de que la iluminación adecuada para un lugar de contemplación o de oración debe tener cualidades muy distintas a las de un edificio de oficinas. Por otro lado, el mismo lugar puede cambiar radicalmente de carácter según el modo de iluminarlo. Saber iluminar cada espacio en función del ambiente deseado no es una fácil tarea.
Si bien la luz natural no ha dejado de ser la forma más habitual de iluminación, cada vez se confía más en sistemas artificiales. Lo cierto es que la luz artificial tiene sus ventajas. Es más constante y más fácil de controlar que la solar. Puede encenderse y apagarse a voluntad y permite graduar con precisión su intensidad, color y dirección. Pero a pesar de los avances tecnológicos, la luz natural nos ofrece sensaciones imposibles de conseguir con otros elementos. Nos proporciona una calidez y un encanto especial.
Otra ventaja de la luz solar es que es gratuita, infinita y no contaminante. En estos tiempos de de aumento de tarifas, de crisis energética y de lucha contra el avance del cambio climático, la luz natural cobra más importancia que nunca. Toda construcción que quiera considerarse sostenible o ecológica debe tener en cuenta la orientación solar para aprovechar al máximo los rayos de sol. Lo ideal sería lograr satisfacer la demanda lumínica durante el día exclusivamente con la luz natural.
Imagen de: Goga
A Gogliardo Maragno, un arquitecto brasileño que está realizando en Barcelona un doctorado sobre “Arquitectura, Energía y Medio Ambiente”, le gusta hablar de cultura de la penumbra versus cultura de la claridad. “Hemos pasado de una cultura de la penumbra, en la que la fuente principal de iluminación era la luz natural, a una cultura de la claridad o de exceso de luz”.
Maragno opina que muchas veces se tiende a sobreiluminar, tanto con luz artificial como con luz natural. En las últimas décadas, “muchos arquitectos creían que cuanta más luz mejor, pero no es así”, afirma. “Más luz no implica mejor iluminación. Hay que ir en búsqueda de la calidad de esta luz y no de la cantidad”. El brasileño pone como ejemplos Bauhaus o el mismo pabellón Mies van der Rohe de Barcelona, “que cuenta con grandes ventanas”. En ambos casos, se tendía a un exceso de iluminación.
Según Maragno, “el problema es que en los países cálidos como España o Brasil, más luz también significa más calor”. En este sentido, el arquitecto hace un llamamiento para que se vuelvan a recuperar técnicas arquitectónicas del pasado que dejaban penetrar la luz en las viviendas pero que evitaban que entrara el calor. Se refiere a patios, celosías, persianas venecianas, etc. “Ahora todo esto se está empezando a recuperar pero todavía se sigue iluminando más de la cuenta”, se lamenta.
Para el arquitecto brasileño se trata tanto de una cuestión estética como de respeto al medio ambiente. “El exceso de luz es molesto para los ojos e impide que nos sintamos cómodos, pero también es un problema medioambiental. Más luz natural implica más calor y consumo energético en aire acondicionado. Por otro lado, si la luz es artificial estamos también consumiendo energía”. Pero no toda la culpa es de los arquitectos. Maragno explica que también es “un problema de malos hábitos, los propios usuarios tienden a menospreciar la luz natural”.
Maragno es un gran experto en la materia. De hecho está haciendo su tesis doctoral sobre ello. Concretamente, esta se titula “sombras profundas: la dimensión estética i la repercusión ambiental del diseño de la baranda en la arquitectura brasileña”. Explica que se ha venido a Barcelona a seguir con sus estudios porque “el origen de la necesidad de controlar la luz está en la arquitectura mediterránea” y porque es en esta misma ciudad donde arquitectos como “Antoni Gaudí, Josep Antoni Coderch o recientemente Lluís Clotet e Ignacio Paricio con su Illa de la Llum, han dejado una importante huella en cuanto a construcciones donde está patente la preocupación por crear espacios de luz filtrada”.
El fuerte vínculo existente entre la luz y la arquitectura da para mucho como pueden ver, incluso para una tesis doctoral. Para analizar a fondo todos y cada uno de los aspectos relacionados con estos dos conceptos, la segunda edición de Arquiset’08, Semana de Arquitectura en Barcelona, tuvo como hilos conductores la luz y la vivienda.
El evento, que se celebró a principios de octubre de 2008 coincidiendo con la celebración del día Internacional de la Arquitectura, fue organizado por Anquinfad, la asociación interdisciplinaria de diseño del espacio del FAD (Fomento de la Arquitectura y el Diseño), y el Colegio de Arquitectos de Cataluña (COAC).
Entre las muchas actividades y actos programados, destacaron el simposio “Lightscapes: Las nuevas dimensiones de la luz”; la exposición fotográfica “El arte de la luz” y exposiciones a los 10 distritos de la ciudad de Barcelona; la jornada técnica “Lighting design: Tecnología, diseño y aplicación”; una jornada de puertas abiertas en los principales estudios de arquitectura e interiorismo de Barcelona y la ruta Arquibus, un recorrido por diferentes edificios de interés arquitectónico o que han recibido un Premio FAD, además, de conferencias y talleres de arquitectura e iluminación.
Otro de los platos fuertes de esta edición fue LumoBCN, una serie de intervenciones luminicoarquitectónicas de destacados diseñadores de iluminación que se realizaron en distintos edificios de la ciudad durante todas las noches que duró el evento. Por otro lado, durante la última jornada de Arquiset’08, se entregarán los premios correspondientes a la quincuagésima edición de los Premios FAD de Arquitectura e Interiorismo.
Uno de los principales factores que ha incidido directamente en el manejo de la luz en la arquitectura moderna es, sin lugar a dudas, las nuevas tecnologías. Desde la bombilla incandescente hasta los LEDS ha habido un gran salto cualitativo, aunque la bombilla de Edison sigue siendo la más usada pasados ya 130 años de su invención.
Pese a que el foco incandescente es el sistema de iluminación más común, también es el menos eficiente energéticamente: sólo utiliza para iluminar el 5% del total de energía que consume. Existen otras opciones para iluminar como las luces halógenas, que se caracterizan por una mayor duración (el doble o el triple que las incandescentes) y porque proporcionan más luz aunque su consumo energético es muy elevado. Las bombillas de bajo consumo, que son más caras que las incandescentes pero consumen un 80% menos y duran ocho veces más. O los fluorescentes, cuyo consumo es bajo y se recomiendan para estancias de largo uso como la cocina.
Albert Calero, de la compañía catalana ca2L Lighting Consultants, explica que cada vez más se tiene “a la eficiencia de las bombillas”. En este sentido, Calero afirma que los LEDS son de los mejor que hay actualmente en el mercado, pero “todavía tienen el problema de su poca potencia”.
La elección del tipo de bombilla dependerá también de la función del espacio a iluminar. Calero afirma que la “iluminación es muy dinámica. Hace falta poner la luz adecuada a cada espacio”. No es lo mismo, por ejemplo, iluminar el hall de un hotel que una habitación.
Los dispositivos de control o regulación de la luz también son muy importantes. Cada vez hay más y sirven, como su propio nombre indica, para regular la cantidad de luz deseada. Gracias a ellos se pueden conseguir ambientes más agradables.
A pesar de todos estos avances tecnológicos en el campo de la iluminación, Calero reconoce que “no hay nada como la luz natural, la del sol”.