El enfoque tradicional de la política de innovación ha sido la creación de parques científicos. Se pretende con ellos dotarse de una masa crítica que permita abordar proyectos de envergadura a la vez que atraer y mantener científicos e investigadores brillantes. Asimismo los parques científicos pueden permitir un enfoque multidisciplinar en la medida en que diferentes áreas de conocimiento estén representadas.
Los parques científicos y tecnológicos han jugado también un papel muy importante en la creación de las condiciones necesarias para que pueda darse un proceso de innovación industrial. Sin la existencia de esa masa crítica, organizada o no, pensar en la creación de barrios o ciudades digitales es una estrategia abocada al fracaso.
Sin embargo los parques científicos se han revelado muchas veces poco eficaces en la creación de redes de innovación industrial y especialmente en trasladar y hacer protagonista a los ciudadanos de esta innovación, es decir en innovación centrada en el usuario.
Las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, por sus propias características de despliegue masivo, fácil personalización y por el hecho inherente de que son susceptibles de múltiples usos, se benefician en mayor medida que otras tecnologías de la participación de los usuarios en el proceso.
Si queremos que el proceso de innovación permeabilice el tejido social y se inserte en la cultura de las empresas y los ciudadanos, debemos adoptar una visión de la innovación como un proceso en red que incorpore a todos los participes de la cadena de valor, desde las universidades, los centros de investigación, los gobiernos, a los ciudadanos pasando por las empresas y la industria.
Sin embargo, en las TIC no es suficiente con el desarrollo de un producto o servicio, ni con la transferencia al sector industrial de una determinada tecnología, sino que lo que se busca es que una comunidad lo incorpore en su práctica social.
El proceso de innovación se ha visualizado tradicionalmente como una secuencia de fases que cubren la generación de ideas, la invención, la I+D, su aplicación y el proceso de difusión. Este modelo se ha aplicado de manera sistemática tanto a los procesos de innovación a nivel de producto como de empresa o país.
Esta visión ha sido fuertemente criticada, considerándola como una visión simplificada que no tiene en cuenta ni los actores ni los mecanismos ni los procesos que han sido responsables de muchas de las innovaciones de las recientes décadas.
Así pues el proceso de innovación se describe como un fenómeno emergente de un complejo proceso iterativo con múltiples actores donde el aprendizaje, la interrelación social, la difusión de las ideas y las tecnologías y la comunicación, juegan un papel importante.
Es en este marco donde tiene cabida y cobra importancia el papel de los usuarios como creadores y re-inventores.
El proceso de innovación a nivel macro (a nivel social) debe también enmarcarse en función de sus principales actores : los agentes tecnológicos (universidades, centros de investigación públicos o privados, investigación en empresas, …), los agentes económicos (el mercado, las empresas, …) y los agentes sociales (usuarios, gobiernos, sociedad civil, …)
El proceso de innovación, es decir la incorporación a la práctica social del resultado de la invención y su asimilación como propia, se produce en la confluencia y el encuentro entre estos tres agentes.
La concurrencia de los tres agentes es imprescindible para el éxito del proceso de innovación. Si sólo contamos con el mercado y con la tecnología produciremos innovación que tendrá una baja aceptación social. Si son el mercado y la sociedad los que lideran el proceso el resultado será probablemente el uso de la tecnología más común y en TIC muchas veces eso significa tecnología obsoleta. Finalmente si el proceso es conducido únicamente por los agentes sociales y los tecnólogos, podemos caer en el peligro de producir innovación económicamente inviable.